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Algunos países del continente africano ya  buscan alternativas de producir cereales ante la guerra en Ucrania

Desde Túnez, que quiere aumentar su producción de trigo, hasta Costa de Marfil, que apuesta por la harina de mandioca para fabricar pan, el continente africano busca alternativas para enfrentar la escasez de cereales y el alza de precios de los alimentos a raíz de la guerra en Ucrania.

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En su campo en el norte de Túnez, el agricultor Mondher Mathali, de 65 años, observa las espigas de trigo duro antes de poner en marcha su vieja y ruidosa cosechadora.

«Túnez era el granero de trigo del Imperio Romano. ¿Qué nos impide volver a serlo?», se pregunta.

La invasión rusa de Ucrania el 24 de febrero impactó significativamente en la oferta de granos y disparó el precio de los alimentos a nivel global. Tanto Ucrania como Rusia producían un tercio del trigo mundial antes del conflicto.

Entre 2012 y 2016, Túnez importó alrededor de un 33% de su trigo duro, 71% de su cebada y 85% de su trigo blando o harinero, según la FAO, la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura. En total, el país magrebí importa el 66% de su consumo de cereales.

Además, la producción local se ve lastrada por la falta de inversiones en el sector y la inestabilidad política, con varios cambios de gobierno desde la revolución de 2011.

La idea es ahora seguir importando trigo blando para el pan, pero autoabastecerse de trigo duro, un ingrediente fundamental en la dieta de los países del Magreb.

Desde abril, el gobierno ha anunciado medidas que buscan alcanzar la plena autosuficiencia en trigo duro para 2023. El objetivo es aumentar de 560.000 a 800.000 las hectáreas sembradas.

Para alentar a los agricultores a producir más, las autoridades aumentaron el precio por tonelada que se les paga y prevén ayudar a las cooperativas agrícolas para comprar nuevas cosechadoras de uso colectivo.

Según Faten Khamassi, jefa de gabinete del ministerio de Agricultura, un 80% de las cosechadoras son demasiado viejas y desperdician una parte de la producción.

Pero a pesar de estos desafíos, cree que «es posible alcanzar la autosuficiencia en trigo duro».

El ministerio de Agricultura también espera aumentar en un 30% la superficie de tierra agrícola dedicada al trigo blando para la próxima temporada y anunció que los inversores extranjeros podrán ser plenamente propietarios de empresas agrícolas sin estar obligados a tener un socio tunecino.

Pan con mandioca en Costa de Marfil

Costa de Marfil también importa la mayor parte de su trigo, principalmente de Francia. El año pasado, el 10% de su presupuesto nacional de 152.000 millones de euros (cerca de 159.000 millones de dólares) se destinó a la importación de alimentos, a pesar de la fertilidad de sus suelos.

Ranie-Didice Bah Koné, secretaria ejecutiva del Consejo Nacional de Lucha contra los Precios Altos, cree que ha llegado el momento de explotar el potencial agrícola de Costa de Marfil.

«Tenemos que pensar a largo plazo en nuestra seguridad alimentaria, en cómo Costa de Marfil será menos dependiente de los precios mundiales», dijo.

Para evitar que el alza de precios de los cereales impacte en la población, el gobierno decidió limitar los precios de la barra de pan y ofrecer más ayuda a las panaderías.

Pero tanto los panaderos como el gobierno abogan por otra solución más sostenible: introducir la harina de mandioca en la elaboración del pan.

Con 6,4 millones de toneladas producidas cada año en Costa de Marfil, la yuca es el segundo cultivo local más importante después del ñame.

Sin embargo, será necesario seducir al consumidor en un país donde «el pan de yuca se asocia a un pan de mala calidad», según René Diby, un panadero. «Habrá que sensibilizar a los consumidores sobre estos nuevos sabores», añade.

Jean Baptiste Koffi, presidente de la Confederación de Consumidores de Costa de Marfil, cree que la medida permitirá «relanzar la producción de mandioca y mantener el nivel de precio del pan».

«Producir pan con cereales locales puede ser la solución a las crisis alimentarias», confirma Marius Abé Aké, presidente de la federación de panaderos de Costa de Marfil.

El julio, los panaderos marfileños viajarán a Senegal para tratar de crear un grupo que promueve el uso de alimentos locales en la elaboración del pan.

«Necesitamos hacer panadería africana, para ayudar a reducir los costes de fabricación, luchar contra la pobreza y salvarnos de los movimientos sociales perjudiciales», afirma.

África ya vivió violentas movilizaciones en el pasado por el alza de los precios.

En Túnez por ejemplo, el aumento repentino del precio del pan desencadenó importantes disturbios en los años ochenta. Y en Costa de Marfil, los disturbios del hambre sacudieron el país en 2008.

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