Primero los apagones eran ocasionales, por sorpresa; luego, algo así como una vez al mes; después, un día a la semana, dos, tres, cuatro, cinco; más adelante se convirtieron en parte de la rutina diaria y podían producirse en cualquier momento; ahora están garantizados en periodos de hasta doce horas seguidas. Un desastre para los negocios, para el turismo y para la vida cotidiana de los ciudadanos.
Así no puede funcionar un país, y el presidente Cyril Ramaphosa ha declarado esta semana un estado de emergencia que le permite saltarse la legislación vigente para lidiar con el problema y otorga al Gobierno poderes especiales a la hora de hacer nombramientos, proporcionar servicios de emergencia y facilitar el suministro de bienes y servicios.
Prioridades
La empresa estatal de electricidad Eksom no ha invertido en mantener sus centrales térmicas
Pero por muchos poderes excepcionales que se arrogue el ejecutivo, en el fondo no hay más cera que la que arde, o en este caso más carbón que el que arde. Sudáfrica, la nación más industrializada de África, depende casi por completo de los combustibles fósiles y apenas ha invertido en energía renovable (un 7% del total). De hecho, la falta crónica de inversión por parte de la compañía estatal Eskom, un auténtico avispero de corrupción, es la fuente de la crisis.
Eskom, que genera un noventa por ciento de la electricidad que se consume en Sudáfrica, tiene acumulada una deuda de 25.000 millones de euros y depende de una red de arcaicas plantas térmicas de carbón, mal mantenidas y completamente obsoletas, que sufren averías cada dos por tres. “Desde la llegada a poder del anterior presidente, Jakob Zuma, los ejecutivos, sus amigos y protegidos, se han embolsado el dinero que tenía que haberse dedicado a modernizar las instalaciones e incorporar nueva tecnología”, dice Lucien Van der Esch, un analista del sector energético.
Impacto
La economía sudafricana pierde 70 millones de euros al día por los cortes de electricidad
La demanda es superior a la oferta de electricidad, y los apagones son inevitables. Los cortes de suministro, según un informe del Banco Mundial, cuestan a la economía nacional 1.350 millones de rands al día (unos 70 millones de euros). Al cabo del año, más de 25.000 millones de euros. Ello en un país que lucha por salir de la recesión, con la mitad de la población desempleada, brutales diferencias entre ricos y pobres y una deuda externa de 120.000 millones de euros. No es de extrañar que las manifestaciones de protesta sean frecuentes en las grandes urbes como Johannesburgo, Durban, Ciudad del Cabo, Pretoria y Port Elizabeth.
El Gobierno de Ramaphosa pretende utilizar los poderes de emergencia para acelerar la coordinación entre agencias gubernamentales, los reguladores energéticos y el sector privado, e instalar paneles solares para reducir la dependencia del carbón. El drama es especialmente grave para los hospitales y escuelas que carecen de sus propios generadores, un privilegio exclusivo de las grandes empresas, los hoteles de lujo, las plantas de tratamiento del agua y los millonarios que no pueden pasar sin internet, Netflix y televisión por cable en sus mansiones de barrios como Constantia, en Ciudad del Cabo.
Cifras
El carbón proporciona un 80% de la energía del país, y las renovables únicamente un 7%
Entre los principales perjudicados, además de los ciudadanos que se pasan la mitad del día a oscuras y no pueden ni sacar dinero de los cajeros automáticos, se encuentran los pequeños negocios, que son la columna vertebral de la economía sudafricana y aportan una tercera parte de su producto interno bruto: restaurantes, cafés, peluquerías, shebeens (bares o locales que venden alcohol sin licencia), tiendas de ropa, comestibles y souvenirs…
La situación es dramática en los viñedos de la provincia del Cabo Occidental, y localidades como Franschhoek y Stellenbosch, donde la cosecha comenzó en enero, y sin electricidad es imposible realizar el proceso de fermentación, embotellar y etiquetar. Sudáfrica es el octavo productor mundial de vino (la mitad se dedica a la exportación), la industria genera 3.500 millones de euros de ingresos anuales y está en proceso de expansión a China y los mercados asiáticos. Pero los apagones constantes han recortado de manera drástica las perspectivas de crecimiento, no sólo de este sector sino también del turismo y de toda la economía. Sudáfrica está literalmente a oscuras y tardará bastante en hacerse la luz.