La región del Sahel se prepara para un evento histórico que promete remodelar las relaciones políticas y económicas en África Occidental. El 29 de enero de 2025, Mali, Níger y Burkina Faso oficializarán su salida de la Comunidad Económica de Estados del África Occidental (CEDEAO).
Esta decisión, que ha sido objeto de un año de tensiones y sanciones desde que se anunciara en enero de 2024, profundiza la brecha entre las juntas militares que gobiernan estos países y el resto de los Estados miembros de la organización.
La relación entre las juntas militares del Sahel y la CEDEAO se ha deteriorado de manera acelerada desde 2021, cuando un golpe de Estado en Mali marcó el inicio de una serie de cambios políticos en la región. A este golpe le siguieron el de Burkina Faso en 2022 y el de Níger en 2023, todos ellos rechazados por la CEDEAO, que respondió con sanciones económicas y restricciones de movilidad. La situación alcanzó su punto más crítico cuando, tras el golpe en Níger, la organización amenazó con una intervención militar para restaurar el orden constitucional, lo que llevó a las juntas militares a formar en septiembre de 2023 la Alianza de Estados del Sahel (AES), un pacto militar defensivo entre los tres países.
La AES, concebida para coordinar la defensa frente al terrorismo y una eventual invasión, ha profundizado el aislamiento de Mali, Níger y Burkina Faso respecto al resto de África Occidental.
En julio de 2024, la alianza dio un paso más al anunciar la creación de la Confederación de Estados del Sahel, con objetivos como la fundación de un banco común y la desconexión de las economías de estos países de los sistemas dominados por la CEDEAO y Europa.
Sin embargo, los intentos de mediación, como el impulsado por el partido PASTEF de Senegal tras su victoria electoral en marzo de 2024, han resultado insuficientes para cerrar la brecha. Aunque ambos bloques comparten ideales panafricanistas, las diferencias entre el enfoque democrático de PASTEF y el autoritarismo militar de la AES han obstaculizado cualquier reconciliación.
La salida de Mali, Níger y Burkina Faso de la CEDEAO no solo implica un cambio en la arquitectura política de la región, sino que también tiene importantes implicaciones económicas y de seguridad. Estos países son ricos en recursos como el oro y el uranio, que han sido explotados durante décadas por empresas occidentales, muchas de las cuales ya están siendo expulsadas por los gobiernos militares. Además, la creciente cooperación de estos Estados con potencias como Rusia refleja un realineamiento en las dinámicas geopolíticas globales que trasciende las fronteras africanas.
La CEDEAO, por su parte, ha endurecido sus sanciones, incluidas restricciones a la movilidad de ciudadanos de los países de la AES. La posibilidad de un conflicto abierto sigue siendo una amenaza latente, con incidentes recientes como el enfrentamiento fronterizo entre Burkina Faso y Costa de Marfil o las acusaciones de Níger contra Nigeria por supuestas acciones subversivas.
La cuenta atrás hacia el 29 de enero de 2025 avanza, y con ella, crece la incertidumbre sobre el futuro de África Occidental. Mientras unos ven en este movimiento un acto de soberanía y resistencia frente a influencias externas, otros lo consideran una fragmentación peligrosa que podría desestabilizar aún más una región ya azotada por el terrorismo y la pobreza.
Lo que está claro es que, tras este suceso, el mapa político de África Occidental no volverá a ser el mismo.