Se trata de una de las edificaciones más antiguas de Malabo, con un origen que se remonta a mediados del siglo XIX (se desconoce la fecha exacta). Al parecer, fue construido por la compañía Ribas i Pradell enteramente en Bélgica, con madera de pinotea americana. Una vez terminados los trabajos fue trasladado a la isla de Bioko, donde acogió primero el Consulado de Portugal.
Así permaneció hasta comienzos del siglo XX cuando se convirtió en sede central de la compañía Pérez e Hijos, que tres décadas más tarde cedería el testigo a la también empresa española Muñoz y Gala.
En la actualidad es propiedad del Ministerio de Cultura, Turismo y Promoción Artesanal de Guinea Ecuatorial.
En décadas anteriores, la Casa Verde fue sin duda el centro de atención de los turistas que llegaban a nuestro país. A día de hoy, este edificio colonial ubicado en el corazón de la ciudad de Malabo está prácticamente en ruinas.
Hace más de 24 meses que su actual propietario (Ministerio de Cultura y Turismo de Guinea Ecuatorial) decidió inexplicablemente reformar esta insignia colonial que unos años atrás también se había reformado. Las obras en principio iban a durar menos tiempo y desde el Gobierno de aquél entonces Ministro de Cultura y Turismo, Rufino Ndong Esono Nchama, se aseguraba que la Casa Verde recuperará su esencia al término de estas eternas reformas.
En la actualidad, sólo se puede apreciar el esqueleto con de una construcción metalúrgica cubierta de color verde y con una puerta cubierta donde algunos transeúntes entran para fumarse un cigarro o hacerse cualquier cosa.
El dolor de aquellos que vieron esta casa con vida en las décadas de los 60, 70, 80, 90 hasta incluso 2.000 es inmenso.
“Me parece que no entendemos nada de turismo para no hablar de conservación…esta casa era una insignia pero fíjate la imagen que presenta actualmente”, lamenta Coronel Ikot de 79 años.
“¿Sabes lo que pasó con el edificio de Cine Mar de Elá Ngue?, pues la ruina de la Casa Verde es idéntica”, cuestiona otro ciudadano que prefiere no revelar su identidad.
A unos metros del mercado Pinto se encuentra Luís Bestué de unos 80 años, quien asegura que trabajó en algún momento en este tesoro perdido. “Cuando era chaval solíamos venir en la Casa Verde de vez en cuando, porque era un lugar donde frecuentaban mucho los blancos y me acuerdo que en algún momento me cogieron para estar limpiando la terraza que había en la entrada y era un trabajo que a mí me marcaría…me duele mucho ver así esta casa”, recuerda.
Si trata de buscar culpables la población lo tiene claro. “El Ministerio de Cultura y Turismo tiene que dar una explicación convincente a la población, me parece ilógico que intentemos atraer a turistas en nuestro país y cada día destruyendo las atracciones que suponen mayor atención para los turistas”, asegura Mateo Lopete.
Ante esta triste realidad, la pregunta del millón es “si la Casa Verde volverá a ser la misma del siglo XIX o hay que ponerla en de una vez por todas en la lista de las edificaciones históricas destruidas en el país?