Este 7 de abril se cumplen 30 años del genocidio de Ruanda donde más de 800.000 personas fueron asesinadas en 100 días, una de las masacres más terribles de la historia de la humanidad.
La historia comienza cuando a finales del siglo XIX Bélgica se apodera de Ruanda. Al hacerlo, decidió clasificar a los ruandeses según un grupo étnico. Así separaron Ruanda creando a los hutus y a los tutsis, algo que provocó una división y trajo consigo una serie de problemas.
Además, los belgas establecieron elementos que indicaban que los tustis eran la etnia dominante y superior que tenía mejores empleos, y los hutus, que eran la mayoría hutu, se consideran un grupo inferior.
A pesar de todos los problemas anteriores, la situación cambia el 6 de abril de 1994 cuando un avión que transportaba al presidente Habyarimana y a su homólogo de Burundi, Cyprien Ntaryamira, también hutu, fue derribado por dos misiles lanzados desde tierra, matando a todos los que iban a bordo.
La responsabilidad por el ataque sigue siendo controvertida. Los extremistas hutus culparon al Frente Patriótico de Ruanda (FRP) y éste dijo que el ataque había sido perpetrado por los extremistas hutus que se oponían a negociar con el FPR y que el avión había sido derribado como excusa para llevar a cabo el genocidio.
De inmediato los extremistas hutus comenzaron una campaña de matanza bien organizada contra los tutsis.
Se entregaron armas y listas de objetivos a grupos locales, que sabían exactamente dónde encontrar a las víctimas.
Los extremistas hutus crearon una emisora de radio, RTML (Radio Televisión Libre de las Mil Colinas), y periódicos que hacían circular propaganda y discursos de odio contra los tutsis, instando a la gente a « eliminar las cucarachas », es decir, matar a los tutsis.
Se leían por la radio los nombres de personas destacadas que iban a ser asesinadas.
Incluso sacerdotes y monjas fueron posteriormente condenados por matar personas, incluidas algunas que buscaron refugio en iglesias.
Al final de la matanza de 100 días, alrededor de 800.000 tutsis y hutus moderados habían sido asesinados.
La ONU y Bélgica tenían fuerzas en Ruanda, pero la misión de la ONU no recibió la orden de detener la matanza.
El FPR, que estaba bien organizado y respaldado por el ejército de Uganda, se fue apoderando gradualmente de más territorio, hasta el 4 de julio de 1994, cuando sus fuerzas marcharon hacia la capital, Kigali. Y así se pudo acabar con este terrible genocidio que cumple 30 años este 7 de abril 2024.
El Consejo de Seguridad de la ONU estableció el Tribunal Penal Internacional para Ruanda en la ciudad tanzana de Arusha para procesar a los cabecillas.
Un total de 93 personas fueron acusadas y, tras largos y costosos juicios, decenas de altos funcionarios del antiguo régimen fueron condenados por genocidio, todos ellos hutus.
En Ruanda, se crearon tribunales comunitarios, conocidos como gacaca, para acelerar el procesamiento de cientos de miles de sospechosos de genocidio en espera de juicio.
Hasta 10.000 personas murieron en prisión antes de poder ser llevadas ante la justicia.