La caída del Gobierno del presidente sirio, Bashar al Assad, el domingo puso fin a sus casi 14 años de lucha por mantenerse en el poder, mientras su país se veía desgarrado por una devastadora guerra civil que se convirtió en un campo de batalla para las fuerzas regionales e internacionales.
La caída de Al Assad supone un marcado contraste con sus primeros meses como improbable presidente de Siria en 2000, cuando muchos esperaban que fuera un joven reformista tras tres décadas de férreo control de su padre.
Con sólo 34 años, este oftalmólogo educado en Occidente era un friki de la tecnología, aficionado a los ordenadores y de carácter afable. Pero, cuando estallaron las protestas contra su Gobierno en marzo de 2011, Bashar al Assad empleó las duras tácticas utilizadas en su día por su padre para intentar reprimirlas.
Cuando el levantamiento se convirtió en una auténtica guerra civil, recurrió a su Ejército para bombardear las ciudades controladas por la oposición, con el apoyo de sus aliados. Grupos internacionales de derechos humanos y fiscales acusaron a los centros de detención del Gobierno sirio de torturas y ejecuciones extrajudiciales generalizadas.