Si estas bien de salud, es posible ignorar que haya gente sufriendo en el hospital, misma circunstancia nos pasa cuando tenemos de qué comer y es posible ignorar la existencia de los hambrientos.
Así las cosas, el equipo de redacción de nuestro órgano visitó este miércoles a una familia que vive sin vivir en el corazón del barrio Semu en Malabo.
Acudimos a esta cita a través de una llamada telefónica formulada por Manuela Mbá Abesó, madre divorciada de 4 niños, de entre ellos dos varones y dos féminas. Una de estas, de nombre Mari Cruz Ada Mbá, se encuentra en este momento aislada en un cuarto con poca iluminación y sin ningún objeto por problemas mentales asociadas a al algún tipo de transtorno todavía no identificado.
La madre, con el calor del resto de sus hijos, se abre a relatarnos la historia de la enfermedad que padece su pequeña. “Entorno a los 13 o 14 años comenzó a enfermar y parecía algo normal y de paso comenzó a hablar sola contando historias relacionadas con la brujería. Comenzó a revelar ciertas manifestaciones temerosas, entonces tomamos la decisión de llevarla al centro psiquiátrico de Sampaka y después de un tiempo nos llamaron a que fuéramos a cogerla y la pusieron una medicación”, relata abatidamente Manuela Mbá Abeso.
La medicación recetada por el Hospital Psiquiátrico de Sampaka solo servía de calmante para la niña. “Habían momentos en los que parecía que estaba bien, pero con el paso del tiempo los brotes o síntomas iban cambiando y así la llevábamos otra vez a Sampaka y después de 2 o 3 semanas ellos nos llaman de nuevo a cogerla y así una y otra vez”, sigue relatando la madre.
Después de un tiempo, los responsables del centro psiquiátrico de Sampaka decidieron no volver a atenderla, así que “no nos quedaba de otra que tenerla en casa y a partir de este momento comenzó a manifestar otro tipo de comportamientos raros, como el de desnudarse e incluso salir así en la calle”, asegura.
Tras pasar varios años sin atención médica, Manuela Mbá Abesó, y como reza un adagio fang que “no se puede dejar a una gallina mientras respira”, cargó sobre hombros a su niña para recorrer iglesia tras iglesia y haciendo inclusive guardias en los aeropuertos o escenarios donde se enteraba que iba a estar un profeta para realizar un culto. “En las iglesias muchos pastores nos han cobrado entre 300mil, 400mil incluso 500mil para rezar con ella y aun así no hay mejora”, lamenta.
Abatida entre lágrimas, la mujer divorciada asegura que su vida está en juego. “Cuando está en estado siempre dice que no descansará hasta que me quite la vida”, lamenta.
Con el paso del tiempo, el nivel de la agresividad de la joven de 24 años es extrema y “ahora ya no sólo quiere salir desnuda en la calle, ahora como verán ya ha terminado de romper todos los aparatos que se encontraban en casa , e incluso ya hacía lo mismo en las casas de los vecinos”, pero no sólo esto , ya que “ahora mismo está encerrada, porque ya está en extremo la agresividad contra las personas. Si ve cualquier tipo de arma blanca busca maneras de agredir a quien sea”, llora la madre.
Cuenta uno de los hermanos de Mari Cruz Ada Mbá que ha tenido que mudarse para ayudar a su madre a afrontar esta situación, dándola el mayor apoyo posible y todavía guarda en su recuerdo el día que su hermana pequeña intentó quitarle la vida. “Me cortó con una hoja de aceitar en el cuello, estuve sentado limpiando los zapatos para irme al trabajo y se lanzó sobre mí con una hoja”, comenta.
La cadena de vivencias que ha atravesado la familia de Manuela Mbá Abesó por la situación de su hija Mari Cruz Ada Mbá es inmensa y aun cuando se la ha encerrado en un cuarto de la casa, todavía están viviendo con el miedo en el cuerpo.
Es por ello que piden al Gobierno, instituciones públicas y privadas, tales como la Fundación Constancia Mangué Nsue Okomo (FCMNO), así como misiones religiosas para encontrar una fórmula para acogerla o tratarla o una ayuda económica para la evacuación de su hija Mari Cruz Ada Mbá de 24 años. “Queremos intentar evacuarla y para ello pedimos ayuda”, asegura la familia.
Los teléfonos y contactos para ayudar a la familia son: (+240) 222 634 606/ 222 471 420). “Somos una familia humilde, el dolor que sentimos es inmerso, tenemos la certeza de que sólo podremos salir adelante con la ayuda de gente benevolente”.
Además, la familia de Manuela Mbá Abesó también está abierta a otro tipo de ayudas. “Si uno sabe que ha tenido este tipo de caso, nos puede decir cómo lo resolvió…si uno conoce a un sacerdote exorcista o pastor, también nos puede hacer la recomendación”, concluyen.