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Se descubren “vampiros” en Nigeria

Las oleadas de secuestros en la ciudad de Kano han empujado a la población a cuidarse de los "chupasangre".

Revista Real EG
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El terror se apoderó de la ciudad de Kano (Nigeria) cuando corrió la voz de que un grupo de ancianas estaban alimentándose de sangre humana.

Fue un rumor que se inició en el verano de 2023 y que decía que las mujeres, generalmente definidas como forasteras, conseguían acceder a las residencias de los lugareños pidiendo agua o limosna, y que luego se arrojaban sobre sus víctimas para chuparles la sangre del cuello. Pronto hubo testigos que verificaban esta información.Casi todo el mundo conocía a alguien que conocía a una víctima, mientras las redes sociales hicieron de altavoz natural para estas historias del siglo XXI que llevaron a algunos locales, convencidos de su veracidad, a agredir a varias mujeres por confundirlas con vampiros.


Personas que llamaban a una puerta para pedir direcciones eran brutalmente agredidas por quien les abría, sin previo aviso; un hombre dijo al periódico local Daily Trust que fue rodeado por una turba que le llamaba chupasangre mientras le golpeaba, todo porque su hija de cuatro años quería ir al baño y estaban lejos de casa en aquel momento. El crimen se volvió cada vez más sofisticado. Nuevas voces afirmaron que los chupasangre conseguían extraer el líquido a sus víctimas mediante el habla, sin necesidad de tocarlas, que abrían la boca y el desdichado de turno se desplomaba inconsciente y se secaba como una hoja que se cae del árbol.


La policía instó a los ciudadanos a no creer la historia y explicaron a la prensa que se trataba de una campaña que buscaba fomentar el odio contra los extranjeros, una forma de generar el caos y “perturbar la paz” de esta ciudad al norte de Nigeria. Tuvieron que pasar meses hasta los ciudadanos confirmaron que el rumor de los chupasangre se trataba de una habladuría y cesaron los ataques contra los forasteros.

A simple vista, un europeo podría considerar esta leyenda urbana como un ejemplo patético de la superstición africana, una muestra de ignorancia desprovista del civismo básico, un alarde de chamanismo y todos aquellos clichés que han encajonado las películas y los anuncios de las ONG en nuestra corteza cerebral. Sin embargo, un estudio a fondo de este rumor de los “chupasangre” podría dilucidar matices del pasado colonial, así y como una realidad oscura y contrastable que se esconde tras la leyenda.
Un mito generalizado

Los cuentos sobre criaturas chupasangre o vampiros son comunes a numerosas culturas. En África también hace siglos que recorren los labios de quienes las cuentan. El primer ejemplo característico puede encontrase en el norte de Zambia durante las décadas de 1920-1950. Un estudio de la antropóloga Luise White describió cómo los Padres Blancos (misioneros) procuraron durante años atraer a la población local al cristianismo explicándoles que bebían la sangre de Cristo durante la Eucaristía, haciendo uso de un lenguaje que mezclaba lo religioso con lo místico para adaptarse a la ideología de los bemba. La antropóloga dejaba entrever que los sacerdotes procuraban impresionar a los locales con esta clase de discursos.

White estipuló que el uso de los locales como obra de mano barata para proyectos parroquiales, añadida a que los blancos acudían a servicios religiosos separados de los negros, inició un rumor que señalaba a los misioneros como banyama, vampiros, chupasangres. Decían de todo cuando se referían a lo que ocurría tras esas puertas cuando se cerraban. Ocurrieron huelgas por motivos laborales (el trabajo sin una adecuada compensación económica les “chupaba” la vida) a la vez que agresiones contra los religiosos que eran acusados de practicar ritos con sangre humana, precisamente en una sociedad donde sólo las mujeres tenían permiso para manipular los fluidos corporales con fines religiosos.
En la década de 1990 también podían encontrarse historias sobre espíritus chupadores de sangre en la localidad de Dogondoutchi, en Níger, ubicada apenas a 500 kilómetros de Kano. La población de ambos lugares es de una mayoría étnica hausa, aunque la leyenda en Dogondoutchi comenzó cuando falleció un líder religioso (el jefe Soumana) con el poder de doblegar a los espíritus chupasangre. La población pasó entonces meses mirando por encima del hombro y preocupada por los espíritus vengativos, incluso aquellos que practicaban la fe musulmana temieron por sus vidas.
En algunas zonas de Sudáfrica se habla de la existencia del pájaro impundulu, también conocido como ave del rayo, que se alimenta de sangre de mujeres jóvenes tras cobrar la apariencia de un hombre atractivo. Incluso en Nigeria, en la fraternidad Eiye, una mafia que trabaja a nivel nacional e internacional en el tráfico de drogas y la trata de blancas, uno de los ritos de iniciación básicos consiste en beber sangre humana de una copa. Igual que ocurría con Vlad el Empalador en Europa del Este, puede observarse en la fraternidad Eiye de Nigeria que el mito y la realidad confluyen generalmente en las leyendas de vampiros africanos, concediendo matices verídicos a lo que debería considerarse a priori como una historia creada para asustar a los niños traviesos.
Epidemia de secuestros

Atraído por la historia de las chupadoras de sangre de Kano, este periodista quiso visitar la ciudad en octubre de 2023 y entrevistar al jefe de policía de la ciudad, Muhammed Usaini Gumel, con el fin de entender los motivos que llevaron a la creación de este rumor. Fue el jefe Gumel quien puso término a los rumores, arrestando a quienes se tomaban la justicia por su mano con los forasteros y emitiendo múltiples comunicados con la intención de calmar los ánimos de la población. Indicó durante la entrevista que “estos rumores nacen de un sentimiento de inseguridad verdadero y que la ciudad lleva experimentando desde hace siete años”. Habló de jóvenes procedentes de otras comunidades que se acercan al territorio de Kano con la intención de practicar secuestros y asaltar los caminos que llevan a la ciudad. El jefe Gumel consideraba que estos jóvenes forasteros, que rápidamente regresan a sus localidades de origen tras los ataques, podrían considerarse como una de las bases de la leyenda de los chupasangre.
La gente de Kano teme a los forasteros. Pero tampoco sería lo mismo con un europeo o con un chino porque vosotros no secuestráis a personas, es sólo con nigerianos o [personas] de otros países de la zona”. Aseguró que la mejor manera de combatir a las leyendas urbanas consiste en la concienciación, pero también en “aumentar la seguridad para evitar ese miedo”. Si no hubiera secuestros en el norte de Nigeria, ¿por qué iba nadie a inventar historias? Si los bandidos no pertenecieran a otras comunidades, ¿por qué iba nadie a temer a los forasteros? El jefe Gumel resta importancia a lo sucedido al indicar que la leyenda de los chupasangre se puede entender como una forma de protección civil algo irregular. De hecho, Vampire (vampiro en inglés) era el apodo de un conocido secuestrador del sur de Nigeria que fue abatido en un tiroteo contra la policía en 2017.

El vínculo forastero-amenaza es conocido en Kano. Ya en 1980 se produjeron fuertes disturbios en la ciudad, cuando los seguidores del predicador camerunés Maitatsine, en su mayoría inmigrantes, se enfrentaron a la policía como parte del levantamiento coránico conocido como Yan Tatsine. Los disturbios en Kano concluyeron con la muerte de más de 4.200 personas (incluyendo el propio Maitatsine) y con el presidente Shehu Shagari ordenando la expulsión de todos los extranjeros de Nigeria hasta nuevo aviso.

La leyenda toma nuevos matices de realismo cuando se conoce que Nigeria sufre una epidemia silenciosa de casos donde personas son encontradas en sus habitaciones de hotel muertas y mutiladas. No se cuenta en los periódicos, como los suicidios. Es una leyenda urbana pero esta es verdad. Y las teorías que pretenden explicarlo son prolijas: unos hablan de asesinatos rituales centrados en el animismo, de satanismo, de un complot organizado por las agencias de espionaje extranjeras, cofradías secretas…

Pero la verdad es más simple e igual de horripilante: Nigeria es un país conocido por el robo de órganos para su posterior trasplante. Los casos son abundantes y pueden encontrarse a puñados con una búsqueda en Internet. Tal es así, que un senador nigeriano fue condenado por un tribunal londinense en marzo de 2023 por haber pagado a un mendigo para intentar sanar a su hija, paciente de glomeruloesclerosis focal y segmentaria.

Los criminales suelen atacar a su víctimas en los hoteles, cuando están solas, pero también se conocen casos, según el jefe Gumel, donde son atacados “en sus propios hogares”. Nadie se extraña de que los nigerianos señalen a los extranjeros por este horrible crimen que se niegan a achacar a sus propios compatriotas.

Los vampiros existen en Nigeria, no cabe duda. Puede que ataquen a los viajeros en la carretera, que secuestren, que violen y que extraigan los órganos a un hombre vivo que luego encuentra la policía descuartizado en su habitación, profanado para que parezca un ritual. Puede que su vicio no sea la sangre propiamente dicha, sino el dinero, y que la sangre sea un medio para obtener su fin. Puede que no sean vampiros con la capa larga y temerosos de los dientes de ajo. Pero si cerrar con pestillo la puerta de tu casa te salva la vida, o desconfiar de los extraños se transforma en norma para evitar que te secuestren, no será un tecnicismo quien niegue la realidad. Porque los vampiros existen en la ciudad de Kano. Es sólo que no son pálidos, ni llevan capas de diseño.

FuenteLa Razón
Amelia Santander Camarero
Amelia Santander Camarero
Periodista y Redactora en la Revista Real Equatorial Guinea

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