La escena no sorprende a nadie desde hace semanas. A las 9 de la mañana del 18 de diciembre, bajo el calor ya intenso del final de la estación de las lluvias, unas 200 personas esperaban la apertura de la oficina de la CENI (Comisión Electoral Nacional Independiente) en Lemba, en Kinshasa, la capital congoleña.
Hacia las 9.30 de la mañana, los primeros en llegar pudieron por fin acceder a las oficinas para obtener un preciado sésamo: un duplicado de su tarjeta electoral.
Nelphine, una residente local, llevaba ya dos horas esperando. “La tarjeta electoral es como tu carné de identidad. Lo necesitas para ir al banco, para sacar dinero. Para los que dependen de las remesas de la gente de Europa o Estados Unidos, es muy importante”.
Al igual que millones de congoleños, su foto y su número de identificación están completamente borrados en el original.
En un comunicado de prensa emitido el viernes 15 de diciembre, cinco días antes de la jornada electoral, la CENI anima a quienes no hayan conseguido un duplicado a acudir de todos modos a su colegio electoral, donde “serán atendidos por el personal”.
“Tenemos derecho a votar”, insiste Nelphine. “Quiero ir a votar por mi candidato y queremos que haya tranquilidad. Si la gente no tiene su tarjeta, nadie reconocerá el resultado de las elecciones. Es un problema grave”, prosigue.
La organización de las elecciones del 20 de diciembre se ha convertido en un gran problema para la República Democrática del Congo. Muchos congoleños esperaban el aplazamiento de los comicios después de que la CENI intensificara la semana pasada sus peticiones de apoyo operativo al gobierno, a la vecina Angola e incluso a la Monusco, la Misión de Estabilización de las Naciones Unidas en la República Democrática del Congo.
La Monusco, presente en el este del país desde hace más de 20 años, con 12.500 soldados de mantenimiento de la paz, debe abandonar el país en breve a petición del Gobierno congoleño.
A falta de 2 días, Denis Kadima, presidente de la CENI, confía en que el material electoral esté presente en los 75.000 colegios electorales.
Con un presupuesto cercano a los 1.000 millones de dólares para organizar este gigantesco escrutinio, en el que, además de decidirse entre 26 candidatos presidenciales, se elegirán miles de diputados nacionales, diputados provinciales y concejales locales, la CENI ha tenido sus contratiempos.
Además de la mala calidad de las tarjetas de votante, la logística necesaria para transportar por avión miles de toneladas de papeletas y máquinas de recuento electrónico a un país de 2,5 millones de km2 (una superficie equivalente a dos tercios de la UE) ha sido fragmentada.
Pero “la verdadera batalla es el estado de las carreteras”, afirma Luc Lutala, portavoz de Symocel (Sinergia de las misiones ciudadanas de observación electoral). Más que los medios aéreos puestos a disposición de la CENI, considera que “el problema en las provincias es el transporte (del material electoral) entre el ‘hub’ y las principales ciudades de los territorios”.
A su regreso de una visita sobre el terreno a la provincia de Tshopo, Lutala constató la presencia de material denominado “sensible” en Kisangani, capital provincial y “centro neurálgico” electoral, pero puso en duda la capacidad de la CENI para hacerlo llegar a tiempo a las principales ciudades de los territorios.
“Estamos ante una CENI que no habla (…). Si, en el sprint final, moviliza recursos, podrá tener éxito. Tenemos que creer que la CENI cumplirá su palabra (…). Y cuando llegue el día de la votación, veremos qué pasa”.
Decenas de miles de observadores
El miércoles 20 de diciembre, Symocel, que agrupa a una decena de asociaciones de la sociedad civil congoleña, desplegará “22.000 observadores sobre el terreno, para cubrir más o menos el 80% de los lugares de votación”.
Paul Kabeya, portavoz de Regard citoyen, otra organización ciudadana, también afirma contar con “22.500 observadores que han recibido formación”. La ley permite a cualquier observador estar presente en el centro local de compilación de resultados y allí estaremos”.
Luc Lutala cree que la campaña electoral se ha desarrollado de forma correcta. “No ha sido la mejor de las campañas, pero tampoco la peor. La semana pasada, varios candidatos denunciaron restricciones”, señala.
“En Kinshasa, Martin Fayulu se quejó de que le habían prohibido la entrada al estadio de los Mártires. Ha habido altercados entre partidarios de uno u otro candidato, y más concretamente entre los de Félix Tshisekedi y los de Moïse Katumbi. Se ha agredido a militantes y se han disuelto mítines. También hubo muertos.”
Cree que no se han aprendido las lecciones de las anteriores elecciones de 2018, que dieron la victoria a Félix Tshisekedi, presidente en funciones que opta a un segundo mandato.
“En 2023, obviamente tenemos los mismos problemas que en 2018, pero agravados. Creemos que hay una falta de planificación, pero también una falta de transparencia para que todos los problemas puedan gestionarse con bastante antelación y de forma mucho más profesional. Creemos que hay verdaderos problemas internos en la capacidad de planificación de la CENI”, añadió.
La sede central de la CENI en Kinshasa el 15 de diciembre de 2023.
En 2018, las misiones de observación del proceso electoral y del recuento de votos declararon que su recuento era muy diferente del recuento oficial de la CENI. Este daba la delantera a Félix Tshisekedi, mientras que los observadores señalaban una amplia ventaja para Martin Fayulu.
Fayulu, ahora de nuevo candidato, sigue impugnando el resultado de las últimas elecciones presidenciales.
Aunque están autorizados a supervisar el escrutinio, los observadores no pueden publicar legalmente el recuento de votos.
“Solo la CENI publicará los resultados provisionales, antes de que los tribunales den los llamados resultados definitivos, que son irrevocables”, explica Paul Kabeya. “Unos resultados impugnados, unos resultados que no creen consenso, serían muy malas noticias para el país. Por eso necesitamos unas buenas elecciones”, espera Luc Lutala.
La Iglesia católica, un actor importante
En 2018, la Iglesia católica congoleña tampoco publicó sus propias cifras de su misión de observación, pero declaró que “el análisis de los elementos que obran en su poder le lleva a creer que los resultados de la elección presidencial no corresponden a las cifras de sus observadores”.
Con la influencia que ha ejercido en la vida pública del país desde su independencia en 1960, la Iglesia ha sembrado persistentes dudas sobre la credibilidad del proceso electoral de 2018.
Con 40.000 personas movilizadas este año (observadores ciudadanos, observadores acreditados y una batería de expertos y analistas), “el objetivo es observar el proceso con la intención de hacer recomendaciones. Y el objetivo es conocer la verdad de las urnas”, afirma monseñor Donatien Nshole, secretario general de la Conferencia Episcopal Nacional del Congo (Cenco) desde febrero de 2017.
“Si las cosas van bien, no habrá contradicción entre lo que publica la CENI y lo que observamos. En ese caso, será nuestra mayor contribución a la legitimidad de los que van a ser proclamados electos. Si hay discrepancia, habrá un problema”, explica desde su oficina en Kinshasa.
En las paredes, varias fotos recuerdan la visita del papa Francisco en enero-febrero de 2023 a este país de casi 100 millones de habitantes, el 90% de ellos cristianos.
En el Estadio de los Mártires de Kinshasa, el pontífice exclamó: “Quiten las manos de la República Democrática del Congo: no es una mina para explotar ni una tierra para robar”. Tras sus palabras al presidente Félix Tshisekedi, el arzobispo de Kinshasa expresó su deseo de que se celebren “elecciones libres, transparentes, inclusivas y pacíficas”.
En vísperas de las elecciones, la Iglesia tiene la intención de arrimar el hombro una vez más. “En 2018, pedimos a la población que se calmara y esperara el veredicto del Tribunal Constitucional”, recuerda monseñor Nshole. “Pero esta vez, los obispos han enviado otro mensaje: piden a los votantes que no abandonen el colegio electoral antes de que se publiquen los resultados. Porque esta es la etapa fundamental”.
Tras el cambio en 2018, ¿elecciones transparentes en 2023?
Con las instituciones sociales que dirige en los ámbitos de la educación y la sanidad, que a menudo suplen la ausencia del Estado, la Iglesia católica tiene una voz que pesa tanto más cuanto que está presente en el corazón mismo del país.
“Se invita a la población, de acuerdo con la Constitución, a defender pacíficamente su soberanía con relación a la verdad de las urnas. Porque los obispos están convencidos de que es en la consolidación de la democracia donde el pueblo congoleño se situará en el centro de las preocupaciones de los gobernantes”, prosigue Donatien Nshole.
En 2018, la elección de Félix Tshisekedi marcó el primer relevo democrático sin violencia en la República Democrática del Congo.
En 2023, el reto fundamental será garantizar que las elecciones se desarrollen correctamente y que el recuento de votos sea transparente, para que el próximo presidente tenga la confianza y la legitimidad que necesitará para hacer frente a los inmensos retos que tiene por delante.
En su parroquia de Saint-Charles-Lwanga, después de misa, el abate Richard insta a sus fieles a mantener la confianza y a rezar. “Solo puedo animarles, es un deber cívico. Animo a quienes se comprometen a asumir funciones en nuestro país. Solo puedo bendecirles mientras avanzan. Lo que espero es que no haya violencia, porque la violencia nos hace retroceder”.
A partir de las 6 de la mañana del miércoles, los congoleños sabrán por fin si sus oraciones y conjuros abrirán las puertas de los colegios electorales. Se espera que los resultados se anuncien el 31 de diciembre, justo antes de Año Nuevo.