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Patrice Lumumba cumple 61 años desde que fuera asesinado: así le mataron y éstas fueron sus ideas

Fue fusilado el 17 de enero de 1961 con apenas 35 años. Lo enterraron como a un animal salvaje en un pozo poco profundo. Días después, lo desenterraron y lo llevaron a doscientos kilómetros del sitio de su muerte para ser enterrado de nuevo. Volvieron a exhumarlo para borrarlo de la faz de la Tierra: lo cortaron en pedazos y finalmente disolvieron los restos en ácido.

Revista Real EG
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Ayer viernes 17 de enero se cumplieron 61 años de la muerte de Patrice Lumumba, primero en ostentar el cargo de primer ministro en la República Democrática del Congo y uno de los que lideraron la liberación africana ante la opresión del colonialismo europeo. Su gestión duró poco más de ochenta días.

Su discurso incendiario contra los esclavistas y sus políticas de “africanizar” las fuerzas armadas y la administración pública no fueron bien recibidas por las autoridades belgas. Fue asesinado, curiosamente, el mismo día en que Eisenhower se despedía de la Casa Blanca en Estados Unidos.

Lo fusilaron junto a dos de sus seguidores más fieles hace 64 años, el 17 de enero de 1961. Lo enterraron, como a un animal salvaje, en un pozo poco profundo, a merced de la jungla cercana. Días después, lo desenterraron y lo llevaron a doscientos kilómetros del sitio de su muerte para ser enterrado de nuevo. Volvieron a exhumarlo para borrarlo de la faz de la Tierra: lo cortaron en pedazos y finalmente disolvieron los restos en ácido. Antes, uno de los policías belgas que actuó en la profanación, Gerard Soete, se quedó con lo único que pervivió de aquel cuerpo lacerado: un diente de oro.

En 1999, treinta y ocho años después de su asesinato, Soete confesó haberse quedado con otro diente y dos dedos del muerto que nunca fueron hallados. Y dijo que los había tomado a modo de «trofeo de caza», lo que colocaba al muerto profanado en una categoría inferior a la raza humana.

Así murió y desapareció disuelto en ácido Patrice Lumumba, que tenía 35 años, y lejos de ser lo que sus verdugos querían que fuese, era un político venerado en África, una de sus mentes jóvenes más brillantes, un líder independentista que le había arrebatado a Bélgica su joya dorada, el llamado Congo Belga que es hoy la República Democrática del Congo, y un héroe nacional para todos los congoleños.

En junio de 2022, después de una batalla legal que duró cuatro años, el diente de oro de Lumumba fue puesto en manos de su familia, 61 años después de su fusilamiento. Días después, el 2 de julio, tras una peregrinación de nueve días por los sitios que marcaron la vida del líder congolés, la reliquia, encerrada en una brillante y aterciopelada caja azul, metida en un féretro simbólico, fue depositada en su mausoleo de la capital de la RDC, Kinshasa: eran los días de celebración por un nuevo aniversario de la independencia del Congo.

¿Quién era ese héroe venerado por los africanos y odiado por las fuerzas colonialistas europeas?

Era parte de la historia de la República Democrática del Congo (RDC). Ese suelo africano había sido un país que no era un país. Era territorio privado del rey Leopoldo II de Bélgica, según lo establecido en la Conferencia de Berlín de 1885 que marcó la irrupción en África de gran parte del poder colonial europeo: alemanes, franceses, belgas se apoderaron de las tierras africanas más ricas en lo más buscado de la época: marfil, caucho, oro, piedras preciosas.

Un año antes de su muerte, en diciembre de 1909, el rey belga «renunció» a esas «propiedades personales», un país con todas sus riquezas y habitantes, porque la presión internacional fue tremenda: el reino fue acusado de sumir a la población congoleña en la esclavitud, de asesinatos, torturas y crímenes contra la humanidad. Un tratado firmado el 15 de noviembre de 1908 hizo que RDC dejara de estar en manos de Leopoldo y pasara a manos de Bélgica. La capital del país siguió con su nombre original, Leopoldville, en honor de su majestad. Hoy, es Kinshasa.

Lumumba nació el 2 de julio de 1925 en Onalua, territorio de Katako-Kombe, Sankuru. Fue un chico con suerte y supo aprovecharla. Estudió en la escuela católica de los misioneros belgas y, luego, en una escuela protestante dirigida por suecos. Fue un estudiante destacado y trabajó ya adolescente como empleado de una sociedad minera. Hizo sus primeros pininos como periodista en Leopoldville y en Stanleyville, hoy Kisangani. En septiembre de 1954, a sus 29 años, recibió de la administración belga su carta de «Matriculado de honor», que rara vez era concedida a un negro: la recibieron 200 personas de los 13 millones que poblaban el país.

Trayectoria y legado

Intuyó, con acierto, que su camino era la política si debía defender su propósito de mejorar en algo las condiciones de vida de los congoleños. Creó en 1955 la Asociación del Personal Indígena de la Colonia (APIC), y se entrevistó con el entonces rey Balduino, que visitaba el Congo, para plantearle las necesidades vitales de sus habitantes. Se afilió al Partido Liberal y, junto con otros notables congoleños, visitó Bélgica. Volvió en 1958, cuando la Exposición Universal celebrada en Bruselas, para comprobar que la imagen que los belgas proyectaban del Congo era degradante: seguía las viejas normas que justificaban la esclavitud, inevitable ante un pueblo embrutecido, inculto y sin remedio. A su regreso al Congo, fundó el 5 de octubre de 1958 el Movimiento Nacional Congolés (MNC), con el que participó de la Conferencia Panafricana celebrada en Accra, Ghana. Al año siguiente, un mitin de una de las asociaciones independentistas fue reprimido por la policía belga: murieron cuarenta y dos personas. Y en octubre de 1959, un intento de apresar a Lumumba terminó en un motín en el que murieron otros 30 africanos. Lumumba fue arrestado, juzgado en enero de 1960 y condenado a seis meses de prisión.

El último año de vida del líder africano fue un torbellino, como lo fue también los días que atravesó la RDC en alcanzar su independencia. Las autoridades belgas pensaron en otorgar una independencia controlada. Se reunieron con los independentistas del Congo, reuniones a las que asistió Lumumba liberado «de facto» días después de ser condenado. Finalmente, casi por sorpresa, Bélgica cedió y el Congo fue declarado independiente el 30 de junio de 1960. Había una cláusula tramposa, siniestra también, en esa concesión de su majestad belga: la independencia se otorgaba si el Congo heredaba la deuda externa belga generada por su colonia. Así, el Congo nació endeudado y con la obligación de pagar un préstamo que jamás había recibido.

Hundido en una crisis económica desde el primer día de su vida libre, en mayo de 1960 el Congo celebró sus primeras elecciones como país independiente. Las ganó el MNC y sus aliados, por lo que Patrice Lumumba fue consagrado como el primero de los primeros ministros de su país. Todo iba a durar poco más de ochenta días. Cuando asumió el cargo, el 24 de junio de 1960, días antes de la entrada en vigor de la independencia, dio un discurso incendiario que en buena parte fue su sentencia de muerte. Frente al rey Balduino y al presidente del gobierno del Congo con raíces coloniales, Joseph Kasa-Buvu, y en una arenga no prevista en el programa oficial, Lumumba dijo, entre otras cosas: «Hemos visto que nuestras tierras fueron expoliadas en nombre de textos pretendidamente legales que solo reconocían el derecho del más fuerte. Hemos visto que la ley no era jamás la misma según se tratara de un blanco o de un negro: acomodaticia para unos, cruel para los otros. Hemos visto los atroces sufrimientos de quienes eran relegados por sus opiniones políticas o sus creencias religiosas; exiliados en su propia patria, con un destino verdaderamente peor que la misma muerte».

Nunca un africano se había dirigido así a un europeo. Lumumba, ovacionado por los suyos, recordó con brutal franqueza la violencia y la degradación que, dijo, habían sufrido los congoleños: había sido, dijo, «la humillante esclavitud que nos impusieron por la fuerza».

Las autoridades belgas, que habían descrito a Lumumba poco menos que como un ladrón analfabeto, se sintieron humillados y sintieron también que el flamante primer ministro había humillado también al rey Balduino.

Una de las primeras medidas de Lumumba fue la de «africanizar» las fuerzas armadas y la administración pública, integradas ambas por belgas. Casi en simultáneo, a un mes de la asunción del primer ministro, la provincia de Katanga, un amplio territorio con ricos yacimientos mineros, se declaró independiente bajo el liderazgo del Moisé Tschombe y con el apoyo de Bélgica, que envió tropas para sostener la secesión. Lumumba denunció la maniobra como una estrategia destinada a dividir al país: «No necesitamos a Katanga como estado independiente -dijo- para que mañana sea el gran capitalismo el que domine a los africanos».

Intervino la ONU que ordenó a Bélgica que retirara a sus tropas; rechazó la intervención militar y calificó la secesión de Katanga como un «conflicto interno» del Congo. Bélgica firmó entonces un acuerdo con Tschombe por el que reconocía de facto la independencia de Katanga. Lumumba envió a sus tropas para retomar el control de la provincia. Pero entonces, después de negociaciones intensas y secretas, Naciones Unidas cambió de parecer, dejó de considerar el «conflicto interno» del Congo como tal, e impuso un alto el fuego que se encargaría de mantener un contingente de casi veinte mil cascos azules.

Lumumba se sintió traicionado por Naciones Unidas. Su secretario general, el sueco Dag Hammarskjold que moriría en un misterioso accidente aéreo en septiembre de 1961, ocho meses después del fusilamiento de Lumumba, fue tácitamente acusado por el líder congoleño: «Todo el mundo ha comprendido que si el Congo muere, toda África cae en la noche de la derrota y la servidumbre. Una vez más, esto es una prueba viviente de la unidad africana. Esta es la prueba concreta de que sin esta unidad, no podríamos vivir frente a los monstruosos apetitos del imperialismo. Entre la esclavitud y la libertad, no hay compromiso».

Para el lenguaje de la época, las palabras de Lumumba sonaban a Unión Soviética. Lo eran. En agosto, Lumumba pidió el apoyo de la URSS que envió al Congo dinero, armas y un millar de «técnicos y asesores», un eufemismo que intentaba disimular un claro compromiso militar soviético. El vaso se derramó. El 26 de agosto el director de la CIA, Allen Dulles, envió un telegrama a sus agentes en Leopoldville que hablaba de Lumumba: «Hemos decidido que su eliminación es nuestro objetivo más importante y que, en las circunstancias actuales, merece alta prioridad en nuestra acción secreta».

Carlucci fue luego funcionario de la administración de Richard Nixon, director adjunto de la CIA durante la gestión de James Carter y fue secretario de Defensa en el gobierno de Ronald Reagan. Murió el 3 de junio de 2018.

La ayuda militar soviética que había pedido Lumumba y había enviado Nikita Khruschev, impulsaron su derrocamiento. El 14 de septiembre el presidente Kasa-Vubu anunció por radio su destitución y la de todos los ministros nacionalistas del gabinete. No tenía poderes constitucionales para hacerlo, pero aquello no era institucional, era un golpe de Estado. Nombró a Joseph Iléo como nuevo primer ministro, y culpó a Lumumba de la muerte de miles de personas en una intervención del ejército congolés el mes anterior en Kasai del Sur, y de la participación soviética en los asuntos internos del Congo.

Pero Lumumba dijo que seguía en el cargo, el Consejo de Ministros y el Parlamento votaron una moción para que siguiera al frente del gobierno, destituyó a su vez a Kasa-Vubu por «alta traición» y ambos líderes en pugna ordenaron al coronel Joseph Mobutu que arrestara a su rival. En posición de árbitro, Mobutu hizo lo que era de esperar de un militar puesto frente a esa opción: tomó el poder en el Congo en diciembre de 1960. Lumumba supo que su suerte estaba echada y que su cabeza tenía precio. Escapó de la capital para intentar tomar Stanleyville, donde contaba con fuerzas leales y con un fuerte apoyo popular, para hacer de esa ciudad cabeza de su nuevo gobierno que contaría con apoyo soviético. Pero le seguían los pasos: por un lado, los hombres de Mobutu, por otro los agentes de la CIA que contaban con una «acción ejecutiva» en sus manos, que llegaba desde la Casa Blanca en manos del entonces presidente de Estados Unidos, Dwight Eisenhower. Lumumba fue arrestado al cruzar el río Sankuru, en Mweka, Katanga junto a dos de sus colaboradores más cercanos: Maurice Mpolo y Joseph Okito. Los tres fueron enviados al cuartel militar de Thyseville, por orden de Mobutu y, supuestamente, para su protección.

El diente de oro encerrado en el mausoleo de Kinshasa es lo único que queda de Patrice Lumumba. Su legado, su desafío de engrandecer al Congo, sucumbió en la corrupción y en las guerras intestinas que siguieron a su breve y utópica gestión. Le sobreviven, sí, varias fotos de sus breves días de gloria. Y una foto en especial, del día de su captura. Está sentado, las manos atadas a la espalda, en la caja de un camión en la que se adivinan otros cuerpos. Un soldado manipula una soga a sus espaldas. Lo impresionante es la mirada de Lumumba.

Feliciano Obiang AVA
Feliciano Obiang AVA
Periodista y Redactor en la Revista Real Equatorial Guinea

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