En muchas sociedades, los hoteles representan comodidad, descanso y hospitalidad. Son espacios diseñados para recibir tanto a viajeros como a locales que buscan un ambiente diferente, ya sea por trabajo, placer o simplemente por cambiar de entorno. Sin embargo, en Guinea Ecuatorial, persiste una visión errónea sobre estos establecimientos. Desde los propios ciudadanos hasta el personal hotelero, se ha instalado la idea de que un hotel es, en gran medida, un espacio ligado a la prostitución o a encuentros íntimos furtivos.
Esta concepción distorsionada no solo afecta a quienes visitan los hoteles, sino que también se convierte en una barrera para el desarrollo del turismo, un sector que el gobierno está intentando impulsar como alternativa económica ante la dependencia del petróleo. La transformación del turismo en un motor de desarrollo requiere, entre otras cosas, cambiar la mentalidad de la sociedad sobre el papel de los hoteles.
El estigma de entrar a un hotel
Uno de los problemas más evidentes de esta percepción negativa es la incomodidad que sienten muchas personas al entrar en un hotel, especialmente las mujeres jóvenes. Se ha normalizado la idea de que cualquier pareja que cruza la puerta de un hotel lo hace con fines sexuales, sin considerar que un hotel es también un lugar de reuniones, descanso o recreación.
Muchas mujeres han expresado su malestar ante las miradas de desconfianza que reciben en estos espacios. Durante la reciente charla organizada por ASICOTUR en Guinea Ecuatorial en el marco del Día Internacional de la Mujer, bajo el título “Mujeres en Turismo”, varias trabajadoras del sector compartieron sus experiencias. Una de ellas relató:
“Cuando era más pequeña, un día mi padre me llamó al Hotel Caribe. Al llegar, me acerqué a la recepción para preguntar por él, y el recepcionista me miró de una manera extraña. Sentí la necesidad de aclarar que venía a ver a mi padre para evitar esas malas miradas.”
Este testimonio refleja la carga de prejuicios que rodea a los hoteles en nuestra sociedad. Si una mujer entra sola o acompañada de un hombre, las suposiciones negativas aparecen de inmediato. Esta mentalidad no solo afecta la experiencia del cliente, sino que también daña la imagen del sector hotelero y dificulta su crecimiento.
Hoteles para todos: una cultura que hay que fomentar
En muchas partes del mundo, es común que las familias, grupos de amigos o incluso compañeros de trabajo pasen fines de semana en hoteles, disfrutando de sus instalaciones sin la necesidad de viajar lejos. Sin embargo, en Guinea Ecuatorial, esta costumbre prácticamente no existe. La falta de una cultura de ocio en los hoteles contribuye a que estos sean vistos exclusivamente como lugares de paso para extranjeros o para encuentros clandestinos.
Pero los hoteles no deberían ser espacios exclusivos para visitantes de otros países. Son infraestructuras turísticas que pueden y deben ser disfrutadas por los propios ciudadanos. Un hotel puede ser el escenario de reuniones de negocios, cenas familiares, escapadas de fin de semana o simplemente un lugar donde alguien busca relajarse después de una semana de trabajo.
El papel de los medios y la educación en el cambio de mentalidad
El cambio de esta percepción errónea requiere un esfuerzo colectivo. Los medios de comunicación juegan un papel fundamental en la construcción de una nueva narrativa sobre los hoteles. La televisión, la radio, la prensa escrita y los medios digitales deben involucrarse en campañas de sensibilización que ayuden a normalizar el uso de los hoteles más allá de los prejuicios actuales.
Asimismo, se deben organizar charlas y programas educativos que refuercen el verdadero papel de los hoteles en la sociedad y su importancia dentro de la industria turística. Si queremos un país en el que el turismo sea un pilar económico, debemos empezar por eliminar las barreras sociales que impiden su crecimiento.
Guinea Ecuatorial está en un proceso de transformación económica en el que el turismo juega un papel clave. Sin embargo, la visión negativa que la sociedad tiene de los hoteles representa un obstáculo importante. Cambiar esta mentalidad no solo beneficiará a los hoteles y a sus clientes, sino que también abrirá nuevas oportunidades para el desarrollo del turismo interno.
Es momento de entender que los hoteles no son sinónimo de prostitución ni de encuentros furtivos. Son espacios de ocio, de trabajo, de descanso y de convivencia. Para lograr este cambio, es necesario un esfuerzo conjunto entre el gobierno, el sector hotelero, los medios de comunicación y la sociedad en general. Solo así podremos construir un entorno en el que los hoteles sean vistos como lo que realmente son: una pieza clave para el crecimiento del turismo y el bienestar de la población.