El mandatario Abiy Ahmed, acompañado de altos funcionarios, recorrió la estación de generación de energía para pulsar simbólicamente una serie de botones, iniciando así la producción energética. «Esta gran presa ha sido construida por etíopes, pero no solo es para los etíopes, sino para que se beneficien todos nuestros hermanos y hermanas africanos», dijo uno de los funcionarios que presidía la ceremonia de inauguración.
La «Gran Presa del Renacimiento Etíope» puede ser el mayor proyecto hidroeléctrico de África, pero ha sido también el centro de una disputa regional desde el comienzo de su construcción, en el año 2011. Los vecinos de Etiopía aguas abajo, Egipto y Sudán, ven la represa como una amenaza debido a su dependencia de las aguas del Nilo, mientras que Addis Abeba la considera esencial para su electrificación y desarrollo.
Se espera que el proyecto de 4.200 millones de dólares produzca en última instancia más de 5.000 megavatios de electricidad, lo que supondría duplicar la producción eléctrica de la nación africana. Los medios de comunicación estatales informaron de que la represa, situada al oeste del país, empezó a generar 375 megavatios de electricidad con una de sus turbinas este domingo.
La primera fase de llenado del embalse, ubicado a unos 30 kilómetros de la frontera con Sudán, comenzó a mediados de 2020. La capacidad total de la obra es de 74.000 millones de metros cúbicos de agua.
La sed egipcia
El proyecto ha suscitado tensiones con Egipto, una nación árida de casi 100 millones de habitantes que depende del Nilo para la mayoría de sus necesidades de agua, incluso para la agricultura. El Cairo reclama un derecho histórico sobre el río que se remonta a un tratado firmado en 1929 con Sudán, en el que se otorgaba a los egipcios un poder de veto sobre los proyectos de construcción a lo largo del torrente de agua dulce.
En el año 1959, un acuerdo aumentó en un 66 % la asignación del caudal del río a Egipto, con un 22 % para Sudán. Como Etiopía no era parte de esos tratados, no los considera válidos. En 2010 los países de la cuenca del Nilo, excluyendo a Egipto y Sudán, firmaron otro convenio conocido como el Acuerdo Marco de Cooperación, que permite realizar proyectos en el río sin el visto bueno de El Cairo.
Etiopía, una de las economías africanas de más crecimiento hasta el estallido de la guerra civil en noviembre de 2020, insiste en que la presa no afectará el flujo de agua, pero Egipto teme que sus suministros se reduzcan durante el tiempo que dure el llenado del estanque. El Cairo considera que la represa es una amenaza para su existencia. Sudán ha advertido también sobre el «gran riesgo» que correrían millones de vidas si Etiopía llenara unilateralmente el embalse. Las conversaciones auspiciadas por la Unión Africana (UA) no han logrado un acuerdo a tres bandas sobre el llenado y el funcionamiento de la «Gran Presa del Renacimiento».
Otra fuente de tensión regional es el conflicto que se vive, desde noviembre de 2020, en el norte de Etiopía. Decenas de miles de refugiados huyen de ese territorio a través de la frontera con Sudán, país que se encuentra centrado en sus propios problemas políticos y económicos desde que un golpe de Estado, el pasado mes de octubre, derrocó al Gobierno de transición.
Las relaciones entre Addis Abeba y Jartum también se han deteriorado por la disputa de la fértil región fronteriza de Fashaqa, donde agricultores etíopes cultivan en tierras reclamadas por Sudán.