La leishmaniasis visceral, una enfermedad parasitaria transmitida por mosquitos que afecta gravemente a los órganos internos, ha sido un desafío persistente en África, contribuyendo significativamente a su carga de enfermedades. Con entre 20,000 y 40,000 muertes anuales y más de medio millón de infectados, principalmente en contextos de pobreza y desventaja socioeconómica, la enfermedad representa un obstáculo importante para el bienestar de las comunidades africanas.
La nueva estrategia de la OMS tiene como objetivo principal reducir la mortalidad por leishmaniasis visceral, que actualmente afecta alrededor del 5% de los casos, a menos del 1%. Además, se busca lograr una reducción del 85% en todos los casos mundiales de la enfermedad.
El enfoque se inspira en el éxito alcanzado por países como India, Bangladés y Nepal, que han logrado reducciones drásticas en la incidencia de la enfermedad mediante programas intensivos de eliminación. Bangladés, por ejemplo, fue reconocido en 2017 por la OMS por eliminar la leishmaniasis visceral como problema de salud pública en todos sus distritos, un logro que subraya la viabilidad de la eliminación incluso en entornos desfavorecidos.
La certificación de eliminación de la leishmaniasis visceral es un proceso meticuloso que puede llevar hasta cinco años y que, en algunos casos, se ha visto afectado por la pandemia de COVID-19. Sin embargo, los éxitos en Asia han inspirado esperanza en África, donde la carga de la enfermedad es considerablemente alta, especialmente en áreas afectadas por conflictos, desplazamientos y condiciones de vida precarias.
Expertos en salud pública subrayan la importancia de adaptar las estrategias exitosas de Asia a las realidades africanas, reconociendo las diferencias epidemiológicas y socioeconómicas. Esto incluye fortalecer los sistemas de salud locales, mejorar el acceso a diagnósticos y tratamientos efectivos, y promover medidas preventivas como el control de vectores y la educación comunitaria.
El impulso hacia la eliminación de la leishmaniasis visceral en África representa un paso significativo hacia la salud pública global, alineándose con los objetivos de desarrollo sostenible de las Naciones Unidas y ofreciendo nuevas esperanzas para millones de personas en la región que luchan contra esta enfermedad debilitante.