En noviembre de 2022, el cardenal Jean-Pierre Ricard admitía haber abusado de una niña durante tres años. En un proceso que en febrero fue declarado prescrito por la Justicia francesa, el purpurado anunció su retiro y pedía perdón a la víctima, que entonces tenía 14 años. Sin embargo, la Santa Sede, como es preceptivo, le abrió un expediente. Ahora, tras el viaje del Papa Francisco a Marsella, La Croix ha tenido acceso a la sentencia canónica: el cardenal Ricard ha sido inhabilitado para el ministerio público… salvo en su diócesis, donde todo sigue como si nada.
En el proceso canónico, el Dicasterio para la Doctrina de la Fe suspende al purpurado “de todo ministerio público” excepto en la diócesis en la que actualmente reside, Digne, en la región de los Alpes. ¿Qué supone esto? En la práctica, bien poco: Ricard seguirá siendo sacerdote, y cardenal. De hecho, a sus 78 años, podría participar en un cónclave que eligiera nuevo Papa. Y ser elegido.
Solo tiene que ser “lo suficientemente inteligente como para comprender que debe ser discreto”, subraya el arzobispo de Marsella, Jean-Marc Aveline, encargado de entregar la sentencia a Ricard, al ser ésta su diócesis de origen. Y, siempre que viaje fuera de la diócesis en la que vive, no podrá celebrar la misa en público o administrar sacramentos. Sí podrá celebrar en privado, o en compañía de una persona.
“El cardenal Ricard vive en total reclusión (…) debe mantener un perfil bajo”, concluye el arzobispo de Marsella, señalado por algunos como posible sucesor del Papa Francisco y que el pasado fin de semana tuvo un gran protagonismo, junto a Bergoglio, en la visita papal y su multitudinaria misa –con la presencia del presidente de la República Emmanuel Macron– en el Velodrome de la ciudad francesa.