En las últimas horas se han difundido en redes sociales varios vídeos que documentan un grave caso de violencia de género ocurrido al aparecer en un poblado de Añisok.
En las imágenes, se observa cómo un hombre agrede brutalmente a su pareja, mientras otros hombres la sujetan para facilitar la agresión.
Según lo que se escucha en el vídeo, el agresor acusa a la mujer de haber roto platos de su madre, valorados en 105.000 XAF, además de reclamarle la desaparición de un dinero y por haber dormido fuera de casa.
Durante la discusión, la víctima intenta explicar que el dinero fue tomado por el propio hombre y que ella había pasado la noche en la vivienda de “Tía Maja”, decía la chica.
Lo más alarmante del incidente no es solo la violencia ejercida, sino la actitud de los presentes. Mientras algunos hombres ayudan al agresor sujetando a la mujer, otros graban y observan el acto sin intervenir. En el fondo, se escuchan incluso risas y comentarios, lo que refuerza la percepción de que este comportamiento está siendo normalizado. En la escena también aparecen niños pequeños, expuestos a estos actos deleznables.
«La normalización de la violencia»
Este caso pone en evidencia la preocupante actitud de los testigos que, lejos de actuar para proteger a la víctima, se convierten en cómplices pasivos o activos de la agresión. Las imágenes han generado indignación en redes sociales, donde muchos cuestionan la falta de acción de los presentes.
Las preguntas son inevitables: ¿Por qué nadie llamó a las fuerzas del orden?, ¿Por qué la sociedad sigue justificando estos comportamientos bajo el pretexto de “tradiciones”?, ¿Por qué la sociedad sigue justificando estos comportamientos bajo el pretexto de “tradiciones”?
Las tradiciones son un pilar de la identidad cultural de las sociedades, pero no deben convertirse en excusas para perpetuar conductas abusivas o injustas y sobre todo penalizados por la ley.
Es importante señalar que no todas las prácticas antiguas son intrínsecamente “malas”, pero tampoco todas son válidas en el contexto actual, especialmente cuando violan los derechos humanos. La cultura y las tradiciones deben evolucionar para adaptarse a los principios universales de igualdad, justicia y dignidad humana.
Justificar la violencia de género bajo el pretexto de la “tradición” perpetúa un ciclo de normalización de la desigualdad y el sufrimiento, transmitiendo estos valores nocivos a las futuras generaciones. Además, estas actitudes no solo dañan a las mujeres y niñas, sino que también limitan el desarrollo social, económico y emocional de toda una comunidad.
La educación y la sensibilización son herramientas clave para desmentir la creencia de que las tradiciones están en conflicto con los derechos humanos. Las prácticas culturales positivas pueden fortalecerse, mientras se rechazan aquellas que causan daño. Es responsabilidad de las autoridades, las familias y las comunidades trabajar juntas para crear una cultura que respete tanto sus raíces como los derechos fundamentales de todas las personas.
El verdadero desafío no es eliminar las tradiciones, sino transformarlas en herramientas de unión y respeto, construyendo así un futuro donde ninguna excusa, ni siquiera cultural, justifique el abuso o la violencia.
«Reacciones y contexto»
La violencia de género sigue siendo en algunas zonas un problema alarmante en Guinea Ecuatorial. Surge la necesidad de realizar más de campañas de sensibilización que promuevan el respeto y la igualdad, especialmente en comunidades donde persisten prácticas y creencias que perpetúan estas conductas.
En este contexto, muchos han exigido un papel más activo del Ministerio de Igualdad de Género y otras instituciones responsables. Además, la exposición de niños a este tipo de actos plantea una preocupación adicional, ya que perpetúa el ciclo de violencia y la normalización del maltrato en futuras generaciones.
«Llamado a la acción»
La circulación de estos vídeos debe servir como un llamado urgente a las autoridades para investigar el caso, sancionar a los responsables y garantizar la seguridad de la víctima. Es imperativo que los agresores, los cómplices y los espectadores pasivos enfrenten consecuencias legales.
Por otro lado, el gobierno debería seguir intensificando las campañas educativas y ofrecer talleres de sensibilización en las comunidades rurales para desmantelar las creencias que normalizan la violencia de género. Este es un problema estructural que requiere la acción conjunta de toda la sociedad.
La violencia de género no es ni debe ser un asunto de tradición ni de entretenimiento. Este caso en Añisok pone en evidencia una dolorosa realidad que necesita ser confrontada con firmeza y determinación. ¿Cuántas más víctimas serán necesarias para que la sociedad y las autoridades actúen con contundencia?. La protección de las mujeres y niñas y de cualquier persona vulnerable debe ser una prioridad innegociable.