La puntualidad, entendida como el respeto al tiempo propio y al de los demás, parece haberse desvanecido en el día a día de Guinea Ecuatorial. En su lugar, se ha instalado la famosa “hora guineana”, una expresión que refleja la tendencia de llegar tarde a cualquier compromiso.
Si, por ejemplo, una reunión está programada para las 12:00 horas, es habitual que los asistentes empiecen a llegar a partir de las 13:00 horas o incluso las 14 horas. Este hábito, aunque aceptado socialmente en muchos círculos, tiene implicaciones profundas que afectan tanto a la vida personal como profesional.
“Impacto en reuniones y eventos”
La tardanza sistemática no solo retrasa el inicio de las actividades, sino que también genera frustración entre quienes llegan a tiempo. Además, contribuye a un efecto en cadena: si los participantes saben que nadie llegará puntual, tienden a ajustarse al mismo comportamiento, perpetuando así el ciclo de impuntualidad.
Eventos importantes, como conferencias, bodas o reuniones de trabajo, terminan siendo menos efectivos. Los organizadores, en un intento por evitar el impacto de la tardanza, comienzan a planificar basándose en la «hora guineana», lo que diluye la importancia de respetar el tiempo fijado.
“Efectos en la productividad”
En el ámbito profesional, la “hora guineana” representa un obstáculo significativo para la productividad. Las empresas se enfrentan a pérdidas de tiempo valioso en reuniones que no comienzan a la hora acordada, lo que a menudo retrasa decisiones importantes. Además, afecta la imagen de los profesionales ecuatoguineanos frente a socios internacionales, quienes en muchos casos suelen considerar la puntualidad como un indicador de seriedad y compromiso.
“¿Por qué sucede esto?”
La impuntualidad tiene raíces culturales, sociales y, en ocasiones, prácticas. En algunos casos, la percepción de que el tiempo es flexible ha sido reforzada por la falta de consecuencias reales al llegar tarde. También influye la infraestructura: los problemas de transporte o el tráfico pueden ser factores externos que dificultan llegar a tiempo.
“El desafío de cambiar el hábito”
Cambiar esta mentalidad requiere un esfuerzo conjunto. Es crucial que tanto las instituciones públicas como privadas lideren con el ejemplo, enfatizando la importancia de la puntualidad como un valor de respeto y profesionalismo. Campañas educativas, programas de sensibilización y un sistema que premie a quienes cumplen con los horarios pueden ser pasos clave.
La “Hora Guineana” no tiene por qué definirnos.
Recuperar la puntualidad como un valor esencial no solo mejorará la productividad y la eficiencia, sino que también fortalecerá nuestra imagen como un país organizado y respetuoso con el tiempo de los demás. Al final, el tiempo no espera a nadie.